¿DÓNDE ESTÁN LOS NIÑOS?

Estamos ante una obra que cuenta el intento de suicidio de una niña de ocho años. Todo apunta a que, aunque parece difícil de creer, la niña ha intentado suicidarse. La pequeña Maddi está pasando una mala racha. No tiene ganas de comer, las notas del colegio han empeorado considerablemente. Los padres no pueden saber qué hacer. Su hija no da ninguna explicación. Al final deciden llevar a la niña la consulta de la psicóloga Leire.

Sin embargo, nadie podrá evitar el trágico intento. La niña aparece gravemente herida en unas rocas junto a la playa. Sobre este hecho se sitúa la dramaturgia, que pone de manifiesto la influencia de una sociedad rota, cruel y extremadamente depresiva en los niños.

La estructura dramatúrgica de Non dira haurrak? (¿Dónde están los niños?)” consta de cinco capítulos que engloban, a su vez, diversas unidades de espacio-tiempo. Se trata de un mosaico espacio-temporal donde lo que parece ser un relato protagonizado por una niña (ausente), se convierte en retrato coral de los adultos que viven en relación a los niños de la obra.

Empezamos en la consulta de la psicóloga que recibe a Maddi, una niña de apenas siete años que según sus padres ha mostrado signos preocupantes: apenas come, empieza a recibir malas notas en el colegio y se muestra distante. Creen que la niña en víctima de malos tratos por parte de sus compañeras. Este inicio nos lleva a radiografiar no tanto a la niña, sino a los padres de la misma, a la psicóloga que la trata, a su actual pareja, y los demás adultos que conviven con ellos.

Siempre en constante contraste con los niños no presentes. El intento de suicidio de Maddi ahonda en el sufrimiento de los adultos, y termina por describir una sociedad ansiosa, depresiva y cruel donde se reivindica la verdad como una salida esperanzadora: una verdad desenmascarada.

En este texto se experimenta con la idea de dejar hablar al personaje, más allá de lo que podría decir si le exigiéramos ser más concreto, certero en la argumentación y en la idea que quiere comunicar. Se trata de que aflore su verdad, incluso su mentira, con la esperanza de que salga a la luz lo más parecido a eso que realmente somos. Ir desnudando al personaje mientras habla. Y confrontarlo a la presencia-ausencia de los niños.

En esta obra, ningún actor o actriz interpreta los personajes infantiles. El resto de los personajes adultos interactúan con ellos como si realmente estuvieran presentes, pero el espectador no los ve en ningún momento. Este es el segundo experimento.