Kortxoaren Dilema

De la mano de Patxo

De la mano de Patxo Tellería y del inconfundible e incombustible Ramón Barea, esta obra presenta al espectador un duelo moral y actoral tras otro, con dilemas escondidos en la trama, que hacen reflexionar sobre la moral, la ética y el egoísmo del individuo sobre la sociedad que le rodea, sobre ser fiel a los principios o agarrarse a un clavo ardiendo cuando lo que peligra es la propia supervivencia. El sálvese quien pueda llevado al extremo de lo políticamente (in)correcto.

Como una suerte de Mr.Scrooge, el personaje de Barea, un profesor universitario de reputado prestigio, recibe una inesperada visita que le llevará mucho más al límite de lo que nunca imaginó y le hará revisitar su pasado, replantearse su presente y cambiar su futuro.

Toda la obra es una escena a tiempo real, sin cambios de escenografía ni descanso, lo que permite al espectador atravesar desde su butaca esa cuarta pared y acomodarse dentro de ese despacho donde trascurre todo para dejarse sorprender con la transformación de Tellería y sentir la angustia y la ansiedad de Barea, ambos magníficos en sus interpretaciones, por cierto.

Un giro de guión tras otro, toques de humor y salir del teatro con una pregunta (difícil) que contestar ¿qué haría yo en su situación?


Telleria logra una pieza mestiza

Telleria logra una pieza mestiza de géneros, entre el ajuste de cuentas y la intriga. Una intriga que se estira hasta el final sin romperse. La historia se enreda cuando el profesor, mientras ensaya las palabras con las que aceptará públicamente el tratamiento, recibe primero una llamada y luego una visita inesperada: un hombre pelirrojo, que dice haber sido su alumno.

El texto es ágil y mantiene la tensión. Los diálogos, llenos de ironía, propician giros inesperados y conducen hacia un desenlace que, a su vez, permanece como una incógnita.

Ramón Barea es un actor de una pieza, y este profesor con tantas capas como una tortuga, le permite hacer una interpretación elegante y precisa. En momentos parece que va a sucumbir a sus propias inseguridades, pero logra recomponerse, transmitiendo que, efectivamente, un hombre así siempre encuentra la manera de flotar.

Patxo Telleria, además de ser el autor, interpreta a los inoportunos visitantes. Con una voz versátil, y dotado de recursos como actor. Telleria aporta a cada uno un tono distinto y preciso, enriqueciendo la obra.


En el corazón de la

En el corazón de la dramaturgia contemporánea, «El dilema del corcho» emerge como una obra que entrelaza la comedia con profundos dilemas éticos, traiciones y venganzas, presentando un espectáculo que va más allá de lo convencional. Escrita por Patxo Telleria y bajo la dirección de Mireia Gabilondo, esta obra es un viaje a través de los entresijos más humanos de la política, exponiendo las consecuencias de cada decisión.
«El dilema del corcho» es una comedia que, a través de una trama cautivadora, logra abordar temas de gran profundidad como la ética, la coherencia, y las complejidades de las relaciones humanas dentro de un marco político. La obra teatral destaca por su habilidad para atrapar tanto a los personajes como al público en una red de sorpresas inesperadas, cambiando el rumbo de la historia de manera constante y manteniendo el interés de principio a fin.


En un texto perfectamente elaborado

En un texto perfectamente elaborado por Patxo Telleria, dos personajes se verán en un juego de verdades y mentiras, de trampas, de elipses, de imprecisiones, donde deberán recorrer, sobre todo el profesor, en una duda continua, aquello que ha defendido y que se le desmorona en una angustia de desaliento y remordimiento, de principios que serán, a la larga, su propia acusación.

Lo interpretan el propio Patxo Telleria, con Ramón Barea, en un juego entre el humor y la angustia, entre el desaliento y el desconcierto para el profesor, pero también para los propios espectadores. Dos interpretaciones magistrales, fehacientes, emocionales.

Dirigidos por Mireia Gabilondo, con solvencia y credibilidad, sin ninguna teatralidad exagerada, la inmutabilidad del personaje de Ramón Barea se verá mermada por las sorpresas, haciendo aparecer los fantasmas de un pasado no tan intachable como pareciera.


Y ya se monta el

Y ya se monta el duelo, de espejos, de grabadoras, de escenarios diametralmente opuestos e idénticos que buscan esa suave confrontación, que irá acelerándose, deteniéndose, subiendo, bajando… Un ring imaginario facultativo donde se nos plantean cuestiones morales que nos afectan y nos revientan por igual, porque quien más quien menos las tiene, porque “¿Cómo se recupera uno después de ver a su mujer ahorcada en el cerezo del jardín?”

Y esta moralina, moral o ética tan visible, tan latente, tan estudiada, nos acompaña a lo largo de la obra, donde a un dilema le sucederá otro dilema, se superpondrá , caminará a su lado, se dejará de lado, siempre con un aumento de tensión, con agobios, con una atmósfera que se irá enrareciendo, tiñendo de un humo sutil que nos envolverá, que no nos dejará pestañear, que nos seducirá lentamente para jugar , para pensar, para observar, para justificar si cabe acciones de uno y otro lado. Ramón Barea, el profesor, y Patxo Telleria, el alumno, nos acompañan en esta búsqueda del bien y del mal con vencedores y vencidos, con miradas al pasado, con retos del presente e incertidumbres cercanas en el tiempo. Un ajedrez sin casillas, un parchís descolorido donde jugamos, donde sonreímos con un humor inteligente, de ese que ya no se estila, de ese que necesita de un pensamiento previo, de ese que se saborea al rato, como el buen vino.


Un dos tres, al escondite

Un dos tres, al escondite inglés. Viene bien el juego de palabras porque el desarrollo de la obra bebe de fuentes del teatro policiaco anglosajón (Shaffer, Levin, Coward…) con nobles armas. Una influencia difícil de encontrar en el teatro actual español, y menos aún con el autor como cointérprete, a su vez dirigidos los dos únicos actores por una excelente actriz como Mireia Gabilondo (Los papeles de Sísifo). Este birlibirloque teatral del que poco se puede y debe aclarar para no desvelar su intriga, se apoya en el talento de sus intérpretes, Ramón Barea y Patxo Telleria, que ya vimos en Madrid en una formidable versión de El viaje a ninguna parte, de Fernán Gómez.

Una clave de interpretación posible llega en una mirada final de lo más elocuente. Una mirada de Ramón Barea que sugiere tanto o más que las últimas escenas.


El dilema del corcho es una historia redonda, muy interesante, llena de intriga y con algo de humor que te hace pensar. ¡Gracias Patxo Telleria! Pensar es buenísimo.
Un juego teatral que habla de la moral, por encima de todo. Esa moral con la que nacemos, crecemos y nos extinguimos. Que a veces es doble y a veces falsa, y que peligra en los momentos difíciles. Integridad moral, falsa moral...
Todo esto está en esta hora y media de perfecta interpretación (Patxo y Rramon Barea) y con una dirección estupenda de Mireia Gabilondo.


El dilema del corcho’, el

El dilema del corcho’, el trasfondo ético de una comedia negra
Ramón Barea y Patxo Telleria mantienen un intenso pugilato interpretativo, en un ‘thriller’ lleno de puntos de giro, al estilo de ‘La huella’ o de ‘El veneno del teatro’


La obra no regala píldoras

La obra no regala píldoras de moralina de ocasión para consumo fácil, sino que nos confronta con las consecuencias del pasado complejo. Y cada uno, en la medida de su presente y en la medida de su pasado, supongo, puede mirarse en las consecuencias que llegan de quienes fuimos en el pasado.
(...)
Aparece nuestro pasado de violencia política, nuestros viejos debates olvidados salvo por los más nostálgicos de la ortodoxia, las contradicciones presentes de la memoria y el olvido político. La obra es una reflexión política y una reflexión sobre la coherencia y el cambio, pero, a mi juicio, sobre todo es una reflexión sobre la responsabilidad.


Patxo Telleria ha escrito un

Patxo Telleria ha escrito un minucioso y cronometrado thriller intelectual, en el que se enfrentan, con la saña glacial que solo pueden tener dos camaradas de armas, dos amigos, dos púgiles, dos caras de un espejo.
(...)
Mireia Gabilondo mueve con destreza e inteligencia las dos piezas de este ajedrez emocional que, con intensidad contenido, encarnan, reviviendo el eterno mito del traidor y el héroe, Patxo Telleria y Ramon Barea.